martes, 23 de noviembre de 2010

MARIA MADRE DE DIOS..?

Tal vez la prueba más significativa de que el culto a María no es otra cosa que la continuación del culto pagano a las diosas de diversos nombres y no a la bendita madre del Señor (siempre bien amada pero no adorada por los verdaderos cristianos), es que en la religión pagana la madre es adorada tanto como a su hijo o más. Aquí hay una clave muy importante para ayudarnos a resolver el misterio contemporáneo de Babilonia. El verdadero cristianismo enseña que el Señor Jesús, y solamente él, es "el Camino, la Verdad y la Vida", que solamente él entre todas las criaturas de la tierra, ha podido vivir una vida sin mancha de pecado; y él es quien debe ser exaltado. Nunca su madre. Pero el catolicismo romano, demostrando la influencia del paganismo en su desarrollo, exalta a la madre también y en muchas formas, la madre es más honrada que el mismo Hijo.


Bien sabemos que muchos han de tratar de negar que la Iglesia Católica atribuye una posición divina a María. Pero al viajar alrededor del mundo, ya sea en una majestuosa catedral o una capilla provinciana, la estatua de María ocupa el puesto primordial. Al recitar las oraciones del rosario y del “Ave María” se repiten estas nueve veces más que el “Padrenuestro”. Se acepte o no, el nombre de María es más importante en el catolicismo. En forma similar a la Babilonia del pasado la diosa-madre es glorificada hoy en día en la Babilonia del presente; solamente que se usa el nombre de María en vez de otros nombres bajo los cuales era conocida la diosa.

Al católico se le enseña que la razón por la cual debe orar a María, es porque ella lleva las peticiones de sus adoradores a su hijo Jesús, y como es su madre, el contesta la oración para complacerla. Con esto se deduce que María tiene más compasión, más comprensión y más bondad que su hijo, que el Señor Jesús. Ciertamente tal suposición es una blasfemia y va completamente en contra de las enseñanzas de las Escrituras. Sin embargo, esta idea frecuentemente repetida de los escritos católicos.


Un notable escritor católico romano, Alfonso Ligorio, escribió que las oraciones son más efectivas cuando se dedican a María, en vez de a Cristo. Y el hecho de que sus escritos lleven el sello de aprobación de la Iglesia Católica, es evidente, ya sea que fue canonizado como santo por el Papa Gregorio XIV en 1839, y fue declarado doctor de la Iglesia Católica por el papa Pío IX.
En una parte de sus escritos, Ligorio describe una escena imaginaria en la cual un pecador ve dos escaleras colgando del cielo. María esta a la cabeza de una y Jesús en la otra. Cuando el pecador trata de subir por la de Jesús, ve la cara furiosa de él, y cae derrotado. Pero cuando sube la escalera de María, lo hace rápida y fácilmente, y es bienvenido por ella, que lo introduce en el cielo y lo presenta a Cristo. Entonces todo va bien. Esta descripción es para demostrar cuanto más fácil y efectivo es el ir a Cristo a través de María.[1]


Este mismo escritor católico dijo que el pecador que se aventura a ir directamente a Cristo, puede encontrarse con la presencia de su ira. Pero si va a orar a la “virgen”, ella sólo tendrá que mostrar a Jesucristo “los senos que le dieron de mamar”, y su furia se calmara inmediatamente.[2] Ciertamente tal idea va contra las Escrituras. El caso es que las Escrituras nos dan una ilustración que niega rotundamente esta aseveración: «¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los senos que mamaste!», dijo una mujer a Jesús; pero el le contesto diciendo: «¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!» (Lucas 11: 27-28).
Obviamente, la idea de que Jesús era persuadido a contestar una oración porque María le mostrase los pechos que mamó, es contraria a las Escrituras. Pero tal idea de los pechos no era extraña en los cultos de la diosa-madre pagana. Se han desproporcionados con su cuerpo, de una manera extraña. O, como en el caso de Diana, para demostrar su fertilidad, se ilustra con unos 100 senos.
El catolicismo ha intentando aún de exaltar a María a una posición netamente divina con la nueva doctrina de la inmaculada concepción. Tal enseñanza no es otra cosa que un esfuerzo más para hacer a María semejante a la diosa del paganismo, pues en los viejos mitos, la diosa también se creía que había nacido de concepción sobrenatural. Estas viejas fábulas variaban, pero todas hablaban de incidentes sobrenaturales en conexión con su entrada al mundo. Enseñaban que era superior a todo mortal ordinario, que era divina. Y así, poco a poco, era necesario enseñar que María también entro a este mundo de una manera sobrenatural, para hacer que las enseñanzas acerca de ella concertaran con las del paganismo.




El elemento sobrenatural en las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana sobre María, es de que ella nació sin pecado original. Pero de este nacimiento no nos dicen nada las Escrituras. Acerca de María, la Biblia dice que fue una mujer virtuosa y temerosa de Dios, favorecida y escogida por Él, una virgen, pero tan humana como Vd. y yo, como humana, era miembro de la raza caída de Adán. Como las Escrituras declaran, «por cuantos todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3: 23). La única excepción de esto es nuestro Señor Jesucristo. Como todo el mundo, María necesitaba de un Salvador, y esto fue plenamente admitido por ella misma cuando dijo: «Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1: 47). Obviamente si María necesitaba de un salvador, entonces no era salvadora. Si necesitaba de un salvador, ella necesitaba ser salva, recibir perdón, ser redimida como todos nosotros. En resumen, la divinidad de nuestro Señor no radica en el hecho de que su madre haya sido una persona exaltada o sobrehumana. No; al contrario, es divino porque él es el único hijo de Dios, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Su divinidad viene del Padre Celestial, no del carácter sobrehumano del instrumento que Dios usó para su entrada en el mundo.



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