jueves, 16 de diciembre de 2010

SERIE: LOS CRIMINALES MAS GRANDES DE LA HISTORIA.

Alejandro VI, fue un impostor, un hipócrita que ofrece dos caras antagónicas y una doble vida supo mantener la ortodoxia en la iglesia, pero su vida privada fue un verdadero tropel de escándalos. Vivió de una manera disoluta, ejerció el poder terrenal del papado con total indecencia y realizó verdaderos alardes de desenfreno. Fué el genuino ejemplo del despotismo, otorgando a sus parientes todo tipo de prebendas y privilegios: entregó a sus hijos importantes posesiones de la iglesia y despojó a familias de sus tierras, en su propio beneficio.


Consiguió que a su lado, otro Papa nepotista como Calixto III, su tío pareciera un mero aprendiz. Se llegó a decir que mantenía relaciones incestuosas con su hija Lucrecia, una de las mujeres más pervertidas del Renacimiento, protagonista también de numerosos excesos, Alejandro VI consiguió convertir al Vaticano en un grandioso burdel.

En el cónclave de 1492 en que fue elegido papa no se tuvieron en cuenta sus méritos personales, sino que los criterios de elección fueron otros: se atendió a posturas más políticas que religiosas.


El papa Alejandro había sido con anterioridad vicecanciller de la Iglesia, general de sus ejércitos y prefecto de Roma, además de persona de confianza de los cuatro papas precedentes y sagaz diplomático desempeñando funciones de legado de la Santa Sede ante las cortes europeas. Reunía, pues, las condiciones precisas para gobernar unos estados —los pontificios— que buscaban su engrandecimiento territorial y político, ajenos a que constituían el patrimonio material de una organización eclesiástica de finalidad exclusivamente espiritual. (Wikipedia)
Cuando Calixto III falleció, en 1458, Rodrigo había tejido las alianzas necesarias para mantenerse en la “tupida telaraña del poder”. Pronto se estableció en Roma sin perder contacto son Valencia. Más allá de sus numerosas obligaciones, no descuidó sus relaciones privadas. Así, tuvo 10 hijos conocidos a lo largo de su vida, ya sea siendo Cardenal o Pontífice. De sus hijos se destacaron César, Juan, Lucrecia y Jofre, frutos de su romance con Vanozza Catanei, su amante preferida. Sólo estos cuatro fueron reconocidos como los legítimos Borgia, los otros, representaron un papel más modesto, y fueron relegados al ostracismo en la mayor parte de los casos.


SU ELECCIÓN PAPAL: la venta de cargos era una práctica común en la Roma del renacimiento: se vendían indulgencias, se remataban capelos cardenalicios y hasta el puesto de sumo pontífice. Sin embargo, Rodrigo debió ofrecer una suma considerable, porque su contrincante, el Cardenal Della Royere) era un candidato con un respaldo económico considerable.
Y realmente, Alejandro VI realizó un magistral “gerenciamiento” de su tiempo, ya que supo coordinar variadas actividades, una implacable persecución de sus enemigos (reales o imaginarios), conjuntamente con el manejo de la vida marital de su hija Lucrecia, para obtener más poder, sin dejar las múltiples correrías eróticas, que no pensaba abandonar por ocupar la silla de Pedro.

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